José María Desa, un chico especial
José María Desa nació el 17 de Junio de 1603 en Cupertino, provincia de Lecce, región de Puglia, Italia. Fue el sexto hijo del humilde matrimonio formado por Félix y Francisca Panaca. Su padre era un carpintero y su madre se dedicaba al hogar y eran tan pobres que la pequeña casa donde vivían les fue embargada por sus acreedores. Al verse sin hogar, Francisca se ve obligada a dar a luz a su hijo José en un pequeño cobertizo.
La infancia de José fue muy difícil ya que debido a su fragilidad estaba constantemente enfermo. Además tenía algún tipo de carencia intelectual que lo hacía ser torpe, lo cual le acarreaba desprecios y burlas de sus semejantes. Su propia madre le despreciaba por todo esto y por ello siempre le negó ese amor materno al pequeño. Sin embargo, él era un chico humilde y muy dulce y gentil, nunca hablaba mal a nadie y siempre se preocupaba por todos.
A la edad de once años desarrolló una extraña úlcera en la cadera que comenzó a supurar y le impedía moverse. Cuando tenía 17 años, pasó por su hogar un extraño que se ofreció a curarlo y así sucedió. En José se había despertado la vocación sacerdotal y solo ansiaba a ser acogido en un convento para dedicar su vida al servicio de Dios.
José de Cupertino ingresa en la vida religiosa
Una vez que estuvo restablecido de la enfermedad que le aquejaba, solicitó ingresar en un convento de la orden franciscana. A causa de sus deficiencias fue echado y se vio obligado a buscar otro recinto monacal. Posteriormente acudió a los monjes capuchinos, que lo admitieron como hermano lego, pero la historia volvía a repetirse. Se le caían los objetos y no parecía ser capaz de desempeñar bien ninguna tarea, por eso volvió a ser expulsado.
Tuvo que volver a la casa familiar donde su madre lo recibió con desagrado. Muy triste, José clamaba a Dios: “Todos me echan… Todos me insultan… Todos se burlan de mí…¡Mis propios familiares!..¡Mi madre también!.. ¿Qué será de mí? ¿Qué hacer?..¡Señor, en tus manos entrego mi destino!.. ¡Virgen María, sálvame y ayúdame!
Su plegaria fue escuchada y por intercesión de Juan Donato Caputo, un familiar por parte de madre, consigue ingresar en el Convento de Grotella de los hermanos franciscanos. Fue admitido como obrero y su trabajo consistía en cuidar de los animales en el establo. Con su humildad y bondad, poco a poco fue ganándose el cariño y la simpatía de todos los religiosos. En 1626, todos los hermanos votaron a favor de admitir a José como un religioso más en la orden.
José de Cupertino consigue ser sacerdote
José se puso a estudiar con ahínco, pero no era capaz de aprender nada. De hecho, el único pasaje de la Biblia que era capaz de explicar era el que dice: “Bendito el fruto de tu vientre, Jesús”. El pobre estaba aterrorizado, temía que no iba a ser aprobado y así, entre estudios y temores, llegó el día del examen.
Cuando el examinador general se presentó ante José, le dijo que abriría el Evangelio en un pasaje al azar y ese sería el que debía explicar. Entonces el hombre abrió la Biblia justamente en el único pasaje que José conocía y fue aprobado.
Sin embargo, aún quedaba el examen final, este era mucho más complicado ya que lo realizaba el mismísimo Obispo. Llegó el gran día y uno tras otro los novicios fueron pasando ante su superior para ser examinados. Ya habían aprobado el examen los diez primeros y tocaba el turno a José. En ese momento, el Obispo se levantó y solemnemente dijo: “¿Para qué seguir examinando a los demás si todos se encuentran tan formidablemente preparados? Y fue así, por Intervención Divina, que José consigue ser sacerdote y fue ordenado el 18 de marzo de 1628 en Poggiardo.
Éxtasis y levitaciones de José de Cupertino
José era tan humilde y manso y era tal su amor hacia Dios que durante su vida fue colmado de muchas gracias. Está escrito en la Biblia que Dios enaltece a los humildes y a los más pequeños y este monje es el mejor ejemplo de ello.
José entraba con frecuencia en estados de éxtasis místico. En este estado, su cuerpo perdía toda la sensibilidad. Lo pincharon con agujas, le golpearon con palos e incluso acercaron sus dedos a una vela y no reaccionaba. Solamente salía de aquel estado cuando escuchaba la voz de sus superiores, tan fuerte era su voto de obediencia. Cuando volvía en sí, humildemente decía a sus hermanos: “Excúsenme por estos ataques de mareo que me dan”.
José de Cupertino sabía que no tenía el don de palabra ni la capacidad de predicar y enseñar. Por ello, trataba de ganar almas para el cielo a través de la oración y de grandes penitencias. Él jamás comía carne ni probaba licor alguno, muchos días hacía ayuno de pan y agua y siempre consagraba a Dios sus trabajos manuales.
Sus éxtasis eran muy frecuentes y mientras estos duraban era usual verlo levitar, pero no unos centímetros, sino que se elevaba a varios metros del suelo. Eran levitaciones impresionantes, más de 70 se contaron durante los 17 años que permaneció en el convento de Grotella.
En una ocasión, para celebrar la Semana Santa en el pueblo, unos obreros intentaban llevar una pesada cruz a la cima de una montaña cercana. José de Cupertino, que pasaba por allí, les preguntó a los hombres que deseaban hacer y ellos le contaron. Entonces, José cogió la pesada cruz, entró en éxtasis y se elevó por los aires hasta posar la cruz en el lugar que estaba destinado.
Otros milagros de José de Cupertino
Debido a la cantidad de gracias que Dios le había otorgado, sus superiores creyeron que bien podría exorcizar a personas. Él no se sentía capacitado para semejante labor, así que cada vez que tenía que ayudar a un poseso, simplemente decía al espíritu maligno: “Sal de esta persona si lo deseas, pero no lo hagas por mí, sino por la obediencia que le debo a mis superiores”. Al terminar esta frase, los demonios marchaban y el poseso quedaba liberado.
Uno de los más maravillosos dones que tenía José de Cupertino era la capacidad de leer los corazones. Cada vez que alguna persona se acercaba a su confesionario, él podía saber con exactitud qué era lo que atormentaba a esa alma. Con su humildad y ternura podía tocar hasta los corazones más duros, que terminaban arrepintiéndose y acercándose a Dios.
Otro de sus dones era el de la bilocación, sí, podía estar en dos lugares a la vez. Se ha documentado que cuando la madre de José estaba agonizando en su casa, mientras él se encontraba en Asís. Ocurrió que de repente, una gran luz entró en la habitación de la mujer. José de Cupertino estaba en medio de la luz y ella, al verlo simplemente exclamó: ¡Oh padre José, oh mi hijo! En ese momento, entregó su alma al Creador.
Esa misma noche, en su convento, José lloraba amargamente, sus hermanos al verlo tan triste le preguntaron que le aquejaba. José de Cupertino les relató el fallecimiento de su madre, en seguida supieron que el monje se había bilocado.
Era tanta su humildad que jamás se atribuyó ningún milagro. Cada vez que realizaba un prodigio, él lo atribuía a Dios o a la Virgen María, por quien profesaba especial devoción. Incluso los animales le profesaban amor, cuando pasaba por los campos y se ponía a rezar, a su alrededor se reunían ovejas que le escuchaban con atención.
El don de sanar de José de Cupertino
Entre tantos dones y gracias que el Cielo le había otorgado a José, también estaba el de la sanación. Podía devolver la vista a los ciegos con tan solo colocar su capa sobre sus cabezas. Mancos y cojos sanaron al besar el crucifijo que portaba el fraile.
En una ocasión, en la época en la que empezaban los dones de José, sus superiores lo envían al pueblo a pedir las limosnas a la gente. Llegó a una casa en la que le atendió una mujer, ella le pide que le espere unos minutos mientras va a buscar algo. José se queda en la puerta y desde allí ve a una pequeña niña sentada en una silla que le sonríe. Él creyó que ella quería ver el crucifijo pero como era tan humilde no se atrevió a entrar a la casa y simplemente dijo a la pequeña que se acercara.
Al volver la madre, y ver a su niña junto a José comienza a gritar y a llorar aterrada y sorprendida. Enseguida llegaron los curiosos a ver qué pasaba y José de Cupertino intimidado, preguntó ¿Qué ocurría? ¿En qué había ofendido a aquella familia? La madre de la criatura, entre lágrimas, le explicó que su hija había nacido parapléjica y en ese momento la veía con el fraile, sana, caminando. ¡Aquello era un milagro!
Su fama se extendió de tal manera, que los fieles y devotos acudían en masa buscándole para obtener una sanación física o espiritual. José, siempre solía decir a las personas: “Cuando quieran algo, confíen en Dios y recurran a la Virgen, mi Madrecita, y no desconfíen. Ya que mi Madrecita los ayudará en todos los apuros”.
Beatificación y canonización
Ante la creciente fama de José de Cupertino como Santo, no se hicieron esperar las calumnias y difamaciones. Muchos dijeron que era todo un fraude y un engaño. Las malas intenciones llegaron hasta la Santa Inquisición que lo interrogó e investigó en dos ocasiones. En ambas se concluyó que los prodigios eran reales y nada tenían que ver con la influencia demoníaca y fue absuelto.
Pero las calumnias llegaron también a la cumbre del clero y fue enviado al Superior General de los franciscanos en Roma. De esta audiencia también quedó liberado y posteriormente fue llamado ante el papa Urbano VIII. José de Cupertino entró en éxtasis y comenzó a levitar ante los asombrados ojos del Pontífice, quien le absolvió expresando: “Si este fraile muriera ahora, yo mismo testificaría a su favor en este proceso”.
Tras una vida de santidad, José cayó enfermo en agosto de 1663, y entregó su alma al Señor el 18 de septiembre de 1663. Se dice que tenía el don de la profecía y entre otras cosas pudo vaticinar su muerte y la de los papas Urbano VIII e Inocencio X. Fue beatificado el 24 de febrero de 1753 siendo papa Benedicto XIV y posteriormente canonizado el 16 de julio de 1767 por el papa Clemente XIII. En 1767, Domenico Andrea Rossi manda publicar la “Vida y Milagros” de José de Cupertino.
Su fiesta se celebra el 18 de septiembre y se le considera patrono de los aeronautas y los que viajan en el aire. También lo es de los estudiantes, especialmente de aquellos a los que más trabajo les cuesta la labor académica.
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