Juan Pérez, un hombre sencillo
Juan Óscar Pérez es un argentino de origen guaraní. Un hombre sencillo que ha vivido toda su vida en el campo. A la edad de doce años tuvo un encuentro cercano con seres de otro mundo que cambió su vida para siempre. En aquel entonces Juan vivía en la localidad de Venado Tuerto, en la provincia de Santa Fe en Argentina. Su padre era capataz en una estancia, toda la familia trabajaba en las labores del campo y la vida transcurría tranquila en la rutina.
Relatar su historia provocó que Juan fuese blanco de burlas y discriminaciones que le llevaron a aislarse de la sociedad. Fue sometido a las valoraciones de un grupo de psicólogos y psiquiatras que descartaron que padeciese algún trastorno. El doctor Néstor Berlanda se interesó profundamente por su caso. Gracias a la ayuda de este médico, Juan volvió a reinsertarse en sociedad y aprendió a vivir con el recuerdo y las consecuencias de esta vivencia. Además, el doctor a través de regresiones, consiguió que Juan recordara detalles que había olvidado.
El caso ha sido tan significativo y relevante que despertó el interés de investigadores de la talla de Juan José Benítez y de Jacques Vallée. Es tan impresionante este caso que podría considerarse de los más importantes en la historia de la ufología. En 2018, el cineasta Alan Stivelman logró contactar con Juan para llevar su historia a la pantalla grande a través de un documental titulado Testigo de Otro Mundo.
Entre la niebla
Sucedió el 6 de septiembre de 1978. Ese día Juan se había levantado muy temprano para ir a buscar una tropilla de caballos y llevarlos a la estancia antes de ir al colegio. Juan, con doce años que tenía en ese momento era un chico muy responsable y trabajador. Ensilló a su caballo llamado Cometa y fue a todo galope a buscar a los animales.
En una parte del camino, Juan vislumbró una neblina que era diferente a la habitual. Al acercarse, observa que cuatro luces pasaron flotando sobre su cabeza dirigiéndose hacia el interior de la bruma. Cometa estaba muy asustado y Juan también deseaba dar marcha atrás, pero tenía que ir a buscar la tropilla, así que decidió atravesar el banco de niebla.
Atraviesa la neblina y en su interior ve algo que describe como “un coso grande”, y le llama la atención que desde el interior de la bruma puede ver el cielo. En un primer momento él creyó que se trataba de una casilla de tractoristas. Al acercarse pudo ver que el objeto no era una casilla, sino otra cosa; Juan afirma que aquello parecía un sombrero que tenía luces alrededor.
Juan, sorprendido, permaneció unos instantes contemplando el objeto y en ese momento se abrió una puerta de la que descendió una escalera. Cometa estaba muy asustado así que Juan descendió del animal y se acercó hacia la escalera. “Mi caballo se empacó, tenía miedo, entonces lo até a una escalera que salía de la casilla para que no se escape y entré”, afirma Juan.
Tras atar a Cometa en la escalinata, Juan comienza a trepar, ya que entre escalón y escalón había mucha distancia. Comenta Juan que los escalones “eran muy fríos y giraban”, como si tuviesen un rodillo que los moviera.
Juan Pérez en el interior de la nave
En cuanto consigue subir, se queda de pie en el umbral de la puerta y observa que en el interior de la nave también había muchas luces. Las luminarias eran de color blanco y tenían tonalidades amarillas y rojizas. Desde la puerta observa a un ser muy alto, de casi tres metros de altura que vestía un traje blanco ajustado. En su cabeza tenía algo parecido a una escafandra de la que salía una especie de manguera que terminaba atrás de su cuerpo. El ser manipulaba una mesa con botones y luces y pasaba la mano sobre un tablero.
También había otro ser, al que Juan Pérez llama el chiquito, ya que medía aproximadamente un metro de estatura y también llevaba un traje blanco. Los brazos de este ser no tenían manos, estaban terminados en martillos, tenazas, tijeras y un hacha dentada. El chiquito estaba cortando algo sobre una mesa, que Juan identifica como carne y huesos, pero le llama la atención que no había sangre.
Aquello que cortaba el chiquito lo iba introduciendo en un cubo del que salía una manguera que estaba conectada con la que tenía el ser alto. Juan quiso entrar, pero una especie de pared de cristal invisible le impidió el paso.
Aquellos seres, concentrados en sus tareas, parecían ignorarlo. De repente, la puerta empieza a cerrarse y apresuradamente Juan desciende de la nave. Juan tuvo que saltar, ya que la escalera estaba enrollándose En ese momento, su mayor temor era que su padre lo riñera por no llevar la tropilla de caballos.
Al bajar, Juan nota que Cometa se encontraba muy asustado y en sus movimientos frenéticos pateaba la nave. En ese momento, el ser alto desciende y sujeta la rienda del caballo para tranquilizarlo. Juan supo entonces que estos seres no deseaban hacerles daño, simplemente querían cerrar la puerta.
Contacto con un ser de otro mundo
Como Cometa estaba tan inquieto, Juan pide al ser alto que le ayude a subir al caballo y este le ayuda. Estando encima de su montura, el chico se percata de que la rienda ha quedado en el suelo, así que desciende para cogerla. Juan vuelve a solicitar la ayuda del ser para subir y este le entrega uno de sus guantes.
Según Juan, el guante era muy pesado y rígido. Se lo puso y notó que en su interior era flexible que tenía algo gelatinoso y una especie de “bolitas que giraban”. Afirma Juan que la mano del ser era de un color verde claro, con dedos muy largos que no tenían uñas. El ente amarra el guante a la montura y ayuda a Juan a subir cogiéndolo por el brazo izquierdo. En ese momento el chico siente una especie de pinchazo que no le provocó dolor en ese momento.
El ser, que seguía sujetando al caballo, suelta la rienda y en ese momento el caballo sale a todo galope. Mientras trataban de atravesar la niebla, dos naves se levantan y empiezan a sobrevolarlos. De una se desprende un objeto que parecía una pelota de fútbol cortada por la mitad. De la otra salió un objeto cuadrado similar a una pala. Estos artefactos lo persiguen y tras arrebatarle el guante que llevaba atado en la montura, se marcharon.
Juan después del encuentro
En el brazo en el que Juan sintió el pinchazo, le quedó una cicatriz. La herida no le producía dolor y tampoco sangraba, pero en ocasiones de ella brotaba un líquido como agua. Actualmente, la herida ha cicatrizado completamente.
Tras el encuentro, la vida de Juan cambió radicalmente, adquirió unas capacidades que antes no tenía. Él, a partir de ese día, es capaz de tener sueños premonitorios, pero solamente si duerme del lado izquierdo, donde tiene la cicatriz. Esta capacidad le ha traído mucho sufrimiento, puesto que ha podido ver en sus sueños accidentes, tragedias y no puede hacer nada.
En algunas ocasiones, si que ha podido evitar alguna desgracia. Juan recuerda una vez en la que soñó que un niño se ahogaba en una laguna. Él, al conocer el lugar exacto, pudo llegar y evitar que el pequeño pereciera.
Además del sufrimiento que le causa tener estos sueños premonitorios, Juan ha tenido que enfrentar burlas y descalificaciones. Es un hombre sencillo y de buen corazón que lo ha pasado muy mal por esta vivencia. Afortunadamente, ya somos muchos los que sí creemos su historia, no nos burlamos de él y le agradecemos que tenga el valor de relatar este suceso lleno de misterio.
Algunas personas como Juan han tenido la experiencia de contactar con seres de otros mundos. Sin embargo, ha habido personajes que han podido ver a seres de otras dimensiones como demonios. Uno de ellos fue Bill Wiese, quien a través de una experiencia cercana a la muerte, viajó al infierno. Para leer esta fascinante historia, pincha aquí que el tema seguro te interesa.