Un macabro hallazgo en Hagley Wood
La tarde del 18 de abril de 1943, los adolescentes Robert Hart, Thomas Willets, Bob Farmer y Fred Payne estaban en busca de algo de alimento para llevar a sus hogares. Estaban buscando nidos de pájaros en un pequeño bosque llamado Hagley Wood. Este lugar formaba parte de la finca que pertenecía a Lord Cobham de Hagley Hall en Worcestershire, Inglaterra. A Bob se le ocurrió buscar en el interior de un viejo olmo cuyo tronco estaba cortado en corona.
Al encaramarse en el árbol, encontró una gran cavidad y cuando miró en su interior apareció ante él una forma extraña. Tratando de descubrir que era aquello que tenía frente a sus ojos, la tanteó con un palo y notó que se trataba de un cráneo humano. Los chicos huyeron del bosque aterrorizados y pactaron que no dirían nada de este asunto a nadie. Sin embargo Thomas rompió la promesa y relató a sus padres lo sucedido quienes llamaron a la policía.
El sargento Skerrat acudió inmediatamente al lugar, pero como la noche ya había caído decidió dejar de guardia a un agente y al amanecer del siguiente día continuar con la investigación. Los encargados de examinar el árbol y recuperar los restos fueron los detectives del Departamento de Investigación Criminal de Worcestershire. Del interior del tronco pudieron extraer un cráneo, una columna vertebral, algunas costillas de las que pendían unos jirones de ropa y un omóplato. En el fondo del agujero también se encontró un zapato con suela de crepé.
Inspeccionando la zona del crimen de Hagley Wood
Los agentes tomaron fotografías del escenario del crimen y Skerrat se encargó de hacer medidas del olmo. El tronco del árbol se había ajado a un metro y medio del suelo y la abertura se encontraba a un metro. La parte más ancha del hueco medía 60 centímetros de diámetro. Sin duda se trataba de un lugar poco práctico y muy engorroso para ocultar un cadáver.
La zona fue acordonada y los detectives comenzaron una cuidadosa búsqueda bajo la maleza que cubría la tierra. Enredada en las raíces de un olmo joven encontraron una tibia y un poco más lejos los huesos de los dedos de una mano. También fueron hallados muchos trozos de tela desperdigados por la zona. Gracias al exhaustivo trabajo de la policía fue posible reunir la mayor parte del esqueleto de la víctima, excepto, una de sus manos.
Tratando de identificar a la dama de Hagley Wood
El médico forense encargado de recomponer el cadáver fue el doctor J. M. Webster, el mismo que intervino en el caso Walton. Pese a la escasa información disponible, el profesional pudo entregar a la policía una imagen extraordinariamente detallada de las características físicas de la víctima. Se trataba de una mujer de 35 años que medía un metro 55 cm de estatura, de cabello color parduzco y cuyos dientes del maxilar superior eran irregulares. Además, al parecer, había dado a luz al menos una vez.
Incluso fue capaz de reconstruir la ropa que llevaba puesta la mujer en el momento del asesinato. La dama vestía una chaqueta de punto con rayas azules y amarillas, una falda de color mostaza con cremallera lateral y un cinturón azul. Ella llevaba ropa interior de rayón color claro y calzaba zapatos azules con suela de crepé. En uno de sus dedos portaba un anillo barato con la marca “chapado de oro” desde hacía unos cuatro años. Fue tal la calidad del trabajo del forense, que incluso pudo prepararse un boceto de la mujer. De esta manera la policía tenía una imagen real de la víctima.
Webster creía que la muerte se había producido hacía aproximadamente dieciocho meses. La causa del fallecimiento fue más difícil de determinar ya que el cadáver no mostraba señales de violencia ni de enfermedad. Parte de la vestimenta se había introducido a presión en la cavidad maxilar antes de la muerte, por lo que el médico determinó que falleció asfixiada. El galeno estaba convencido de que la mujer fue introducida en el hueco del árbol poco después de fallecer, antes de haberse enfriado el cadáver.
Buscando la identidad de la dama
No se habían podido determinar las identidades de la víctima ni del asesino. Aún así, el juicio de instrucción forense se llevó a cabo en Stourbridge el 28 de abril de 1943. El juez de North Worcestershire aceptó el veredicto del jurado de “asesinato por persona o personas desconocidas”.
Había pasado mucho tiempo desde el crimen y la policía era consciente del ingente trabajo y la gran dificultad del caso, pero confiaba en esclarecerlo. La excelente reconstrucción llevada a cabo por el forense les permitió investigar en varias direcciones y pusieron sus expectativas en la dentadura poco común.
Ninguna de las pistas les condujo a alguna conclusión, por ello, la policía empezó a revisar los registros de personas desaparecidas, mismos que la guerra había engrosado. Repasaron todos los informes tratando de encontrar alguna descripción que se ajustara a las características de la víctima, pero no obtuvieron resultados. El siguiente paso fue contactar con fabricantes y vendedores de ropa para intentar localizar el canal de distribución de la vestimenta de la mujer. Las esperanzas se centraron en el calzado. Consiguieron averiguar el paradero de los pares de zapatos con suela de crepé que se habían vendido, excepto cuatro pares. Esta directriz no ofreció resultados y por otro lado, los dentistas mantenían silencio ante los requerimientos de la policía. Las descripciones en revistas de estomatología tampoco ofrecieron resultados.
La pista más prometedora parecía ser una denuncia realizada en 1941. En ella mencionaba que un maestro y un empresario habían escuchado gritos provenientes de Hagley Wood y llamaron a un agente. Los tres hombres recorrieron la zona pero no encontraron nada sospechoso. La fecha en la que se reportaron los gritos coincidía con la de la muerte de la mujer, sin embargo también podía tratarse de una pista falsa.
Siguiendo algunas pistas
La policía encontró un registro que señalaba que en las mismas fechas en las que murió la mujer había acampado en la zona un grupo de gitanos. En una ocasión las autoridades habían tenido que intervenir a causa de una riña familiar en el grupo. Este episodio suscitó la hipótesis de que la mujer podía tratarse de una persona con costumbres nómadas, pero la teoría carecía de sustento. La investigación se estancó y todo parecía indicar que la víctima era una extranjera aunque había datos que contradecían esta posibilidad.
Lo que más extraño resultaba era la manera que había utilizado el asesino para deshacerse del cadáver y desperdigar partes del mismo por la zona.
La hipótesis del crimen ritual
Muchas personas creían que se trataba de un homicidio relacionado con las artes oscuras. Incluso hubo gran cantidad de cartas enviadas a los diarios que sugerían esta hipótesis. Poco después empezaron a aparecer unas misteriosas pintadas en Halesowen, Old Hill y Wolverhampton que despertaron muchas dudas en las autoridades. Uno de esos mensajes, estaba en el obelisco de Whichbury.
Las pintadas eran mensajes cortos que hacían referencia a la víctima de Hagley Wood. Mensajes como “¿Quién puso a Bella en el Olmo de Hagley Wood?” “¿Quién colocó a Bella en el árbol de la bruja?”. En algunos mensajes el nombre era cambiado por Luebella.
La policía nunca pudo determinar la identidad del autor de las pintadas, que en apariencia sabía algo que ellos ignoraban. La egiptóloga y antropóloga Margaret Murray sugiere que el asesinato se trataba de un crimen ritual. En primer lugar porque Hagley Wood tenía fama de ser un lugar en el que antiguamente se reunían brujas y magos para celebrar sus rituales. En segundo lugar porque Bella o Luebella eran diminutivos del nombre Isabel, comúnmente asociado a brujas.
Además, existía la creencia de que cuando una bruja es sepultada en el interior de un árbol, su espíritu quedaba sellado. De esta manera, la hechicera ya no podría volver a hacer daño a nadie más. Pero el indicio más convincente para Murray era la ausencia de la mano. La antropóloga sostenía que el miembro le fue extirpado al cadáver para crear una “Mano de la Gloria”.
La mano de la Gloria
La mano de la Gloria era un artilugio muy apreciado entre los practicantes de ciencias ocultas. Se trata de la mano cortada a un cadáver, de preferencia el de un hombre ajusticiado en la horca. Entre los hechiceros se atribuían grandes poderes a este objeto. De hecho, en el grimorio Petit Albert se muestran las indicaciones para fabricarla. El proceso consistía básicamente en extraerle la grasa, con la que se hacía una vela especial y disecarla utilizando algunas hierbas.
La mano era utilizada para abrir candados y cerraduras, para localizar tesoros, para cometer hurtos y para paralizar a los enemigos del brujo. Pero, sin duda la mayor utilidad de este objeto era la de sumir en un sueño catatónico a los némesis del hechicero. Para ello, se colocaba la vela hecha con la grasa sobre los dedos de la mano y se encendía. La víctima caería en el momento en que contemplara la luz de la vela.
Otras hipótesis
En 1953, el periodista Wilfred Byford-Jones del diario Wolverhampton Express and Star se encontraba escribiendo unos artículos acerca de la mujer de Hagley Wood. Entonces recibió una carta firmada por alguien que se hacía llamar Anna de Claverley y ofrecía información acerca de la víctima. Tras entrevistarla, se supo que su verdadero nombre era Una Mossop y estaba casada con un hombre llamado Jack Mossop. La mujer relató que su marido trabajaba con un holandés de nombre Van Ralt, quien a su vez trabajaba para los alemanes.
La mujer del olmo había sido una espía holandesa que colaboraba con la Gestapo. En la primera de las versiones Mossop la había estrangulado y entre los dos la sepultaron en el interior del árbol. En la segunda habían ido a un pub local la mujer y los dos hombres, ella se emborrachó y se desmayó y la depositaron en el interior del árbol. Jack no resistió el remordimiento que lo atormentaba a través de terribles visiones nocturnas y fue encerrado en un psiquiátrico donde falleció. La teoría fue descartada porque no se sustentaba.
Surgieron más hipótesis con respecto a la misteriosa mujer, una de ellas mencionaba que se trataba de la cantante de cabaret alemana Clara Bauerle. Otra aseguraba que se trataba de una prostituta que fue asesinada por un cliente inconforme. Todas las teorías fueron descartadas ya que no había suficiente evidencia que pudiera sustentarlas.
Se dice que en una ocasión se solicitaron los restos de Bella para hacer pruebas de ADN y tratar de descubrir su identidad, pero estos habían desaparecido. Incluso, se menciona que junto a los restos, desaparecieron también todos los registros. De ser esto cierto, nos indica que hay alguien muy interesado en que no se descubra la identidad de Bella ni la de su asesino.