Historia de las Ruinas de Santo Domingo
Por allá del año 1282, una comunidad de frailes dominicos predicadores provenientes de la casa matriz de Santiago llegaron a Pontevedra. Establecieron su primer asentamiento en el barrio marinero de La Moureira y alrededor de 1285 se trasladaron a la zona denominada Campo das Rodas.
En esta nueva ubicación, se comenzó la obra del templo en los primeros años del siglo XIV y se prolongó durante el XV. El recinto fue una de las obras más originales del gótico gallego y era la única que poseía cinco ábsides. Se convirtió para los pontevedreses en un importante lugar de culto y enterramiento.
A finales del siglo XVIII, los dominicos decidieron remodelar el templo para que este quedara con un aspecto neoclásico. Sin embargo, las obras quedaron paralizadas en 1836 a causa de la Desamortización de Mendizabal que trajo consigo la exclaustración de los frailes. Claudio González de Zúñiga, cronista pontevedrés hablaba en 1846 sobre la desaparición de lápidas y sepulcros en el Convento de Santo Domingo después de la exclaustración:
“En este templo aún se conservaban muchos sepulcros y lápidas llenas de inscripciones, que hoy día pudieran muy bien esclarecer e ilustrar algunos hechos oscuros de la Historia de aquellos siglos; pero una mano ignorante y osada, arrancándolas de aquel paraje para pavimentar calles y plazas, nos privó de los auxilios que estas inscripciones pudieran prestar a la Arqueología.”
Un poco más de historia de las Ruinas de Santo Domingo
Al suscitarse esta penosa decisión política, el recinto pasó a manos del Concejo quien le dio diversos usos: casa asilo, cárcel de mujeres, hospicio provincial, colegio de párvulos, teatro, lugar de representaciones o cementerio entre otros. Posteriormente truhanes, malhechores y fugitivos de la justicia vieron en sus laberintos, túneles y recovecos un perfecto escondite.
Años después, el Concejo intentó derribar lo que quedaba de aquel que en mejores tiempos fue una de las maravillas del gótico. Parte de su estructura se demolió para el trazado de la Avenida Montero Ríos según el proyecto del arquitecto Alejandro Sesmero. Hubo otros intentos de derribo, pero fueron paralizados, el último de ellos lo impidió en 1886 la Sociedad Arqueológica de Pontevedra encabezada por Don Casto Sampedro y Folgar.
Las ruinas de Santo Domingo fueron declaradas como Monumento Nacional el 14 de agosto de 1895. Así, pasaron a ser gestionadas por la Sociedad Arqueológica y a partir de 1927 forman parte del Museo Arqueológico de Pontevedra.
Actualmente se conservan solamente la cabecera con sus ábsides, el testero sur y restos de la arquería de entrada a la sala capitular. En su interior se albergan algunas piezas que formaron parte del edificio y otras provenientes de distintas regiones. En nuestra visita podemos apreciar entre otras maravillas la lápida sepulcral de Tristán de Montenegro, algunas labras heráldicas o el arcosolio del sepulcro de Suero Gómez de Soutomaior. También destacan las laudas gremiales, en su mayoría provenientes de la desaparecida iglesia de San Bartolomé el Viejo, como es la de los cesteros.
El plan para dinamitar las Ruinas de Santo Domingo
Este episodio lo relató Pitisa la Vieja, a Sabino Torres, quien años después lo plasmó en su libro Las Tres Columnas. Ella era una mujer mayor que en su juventud había ejercido la prostitución en el Barrio de la Moureira. También afirmaba haber sido la modelo del pintor Carlos Sobrino para su cuadro titulado La Cortesana.
Una noche, Sabino estaba conversando con Pitisa en una mesa en el interior de un prostíbulo. Mientras ella bebía una copa de aguardiente y fumaba un mataquintos (cigarrillo de la época), decidió contarle aquel añejo episodio. Ella le dijo al cronista: “Temo que mi fin no está lejos y no quiero morir sin contarla”.
En 1887, el concejal Eulogio Fonseca presentó una moción para expropiar las Ruinas de Santo Domingo pretextando que eran un peligro para la salud pública. El Concejo quería derruirlas y posteriormente entregar las piedras a la Sociedad Arqueológica de Pontevedra. Como el Concejo, no consiguió el éxito en esta pugna, decidió deshacerse de ellas dinamitándolas.
En esa época, cuando Pitisa era joven y ejercía, llegó al burdel una joven llamada Irma procedente de Barcelona, de la que la meretriz dijo: “pienso que desterrada porque le daba miedo relacionarse con la gente”.
Poco después llegó de Cataluña un hombre que al parecer formaba parte del pasado de Irma. Era “un anarquista que compartiera con ella alguna actividad por la que la joven fue desterrada a nuestra ciudad”. El sujeto venía con la misión de “volar con dinamita las ruinas del Convento de Santo Domingo”.
La noche que intentaron volar las Ruinas de Santo Domingo
Este hombre se ocultó en la habitación de Irma hasta llegado el momento de cumplir el trabajo encargado por el Concejo. Al llegar la noche indicada, cuando las campanas de la Iglesia de la Peregrina dieran las doce, él debía volar el monumento. Cautelosamente colocó las cargas de dinamita y aunque lloviznaba, el agua no afectaría a los explosivos.
Como le quedaba tiempo hasta la hora convenida, decidió dar un paseo por los alrededores. Mientras caminaba escuchó los llantos de niños en las cercanías de las Ruinas de Santo Domingo. Extrañado, preguntó a un transeúnte de dónde provenían y este le dijo que del hospicio que estaba al lado del edificio.
El anarquista, consciente de que si hacía volar las Ruinas muchos pequeños podrían morir o salir heridos decidió abortar su misión. Con cuidado desactivó los explosivos, los guardó en su mochila y fue a esconderse a la habitación de Irma. A la mañana siguiente, muy temprano, cogió el tren correo que lo llevaría a Madrid y no se supo nada más de él.
En 1947, Antón María Doval escribió un artículo que llevaba como título: “Ilegales manejos de nuestro Concejo, allá por los años 188…, que a toda costa quiso librarse de la maravilla arquitectónica de Santo Domingo.” De este artículo podemos extraer lo siguiente:
“… no contenta esta (Corporación municipal) con sus reiteradas súplicas (las de Casto Sampedro), decide una solución brutal. Cierto día fue colocada una bomba de dinamita que haría saltar lo poco que quedaba de la tal iglesia. Pero el temor a que tal explosión pudiese causar víctimas en el Hospicio, en aquel entonces colindante, detuvo la mano criminal y el tal atentado no llegó a verificarse”.
La imagen de Jano Bifronte
En uno de los capiteles de la Capilla de Santo Tomás, perteneciente a los Soutomaior se encuentra una representación del dios romano Jano. Podemos observarlo representado como Jano Bifronte, es decir con dos caras que miran cada una hacia un lado.
El mito cuenta que Jano era un rey primitivo que se asentó sobre una colina romana y desde allí gobernó Lacio. Durante su reinado introdujo las leyes, la agricultura y los asentamientos cerrados. Trajo a su pueblo los avances del uso de la moneda y de los barcos. Acogió en su reino al dios Saturno cuando huía de su hijo. En agradecimiento, esta deidad le otorgó la capacidad de observar el pasado y el futuro para decidir con sabiduría.
Era conocido como el “Señor del Tiempo”, el que presidía las iniciaciones y las puertas solsticiales de Janua Inferni y Janua Coeli. Portales representados con dos llaves, para el primero era de oro y de plata para el segundo. En su representación, el rostro de la izquierda mira hacia el pasado y el de la derecha hacia el futuro, ligada esta faz al mundo celeste y al conocimiento.
Según Génon era el “señor del conocimiento y maestro de las dos vías, lo que hace pensar en la iniciación de los misterios”. Para Marius Schneider “se identifica con la montaña de dos cimas de Marte, y, por consiguiente, con todos los símbolos de inversión y de sacrificio mutuo”.
Eduardo Cirlot en su Diccionario de Símbolos, menciona que “es el símbolo de totalización, de anhelo, de dominación general”. Afirma también que “En el Cristianismo, las dos puertas de Jano, en los solsticios, se consagran a los dos Juanes (Bautista y Evangelista)”.
El Pentáculo invertido de las Ruinas de Santo Domingo
La estrella de cinco puntas también conocida como Pentáculo es uno de los símbolos más conocidos por todos. Desde tiempos muy antiguos se le asociaba al misterio y a la magia. Menciona José Benito García en su libro Negra y misteriosa. La Pontevedra Oculta que: “en el Cristianismo se relaciona con las Cinco Llagas de Cristo. En muchos templos desde la Edad Media se interpreta como un símbolo de la verdad y protección contra los demonios, por ello se le puede ver en algunas catedrales”.
Federico Revilla en su Diccionario de Iconografía y Simbología señala que: “en sus inicios pudo ser representación del principio femenino de la fecundidad, sucesivamente fue personificado en diosas como Isis, Ishtar o Venus… Procedente del medio primordial donde lo femenino ejercía una universal primacía, llegó a ser símbolo de perfección”.
El pentagrama es un símbolo que puede invertirse. En la Edad Media, este estaba vinculado con el satanismo. Su cabeza simboliza la forma del macho cabrío, que hace alusión al dios griego Pan, que representa la promiscuidad y los deseos carnales masculinos. En el Medievo, esta deidad se fusionaría con el demonio formando uno solo. Al pentagrama invertido se le llama Sigilo de Baphomet y ha sido utilizado en la magia negra. Existen datos que vinculan a los Caballeros de la Orden del Temple con el Baphomet.
En uno de los ventanales de las Ruinas de Santo Domingo podemos apreciar un pequeño pentagrama invertido. Esto llama poderosamente la atención tratándose de un templo Cristiano. ¿Si querían relacionarlo con las Llagas de Cristo, porqué no colocarlo derecho? Sabemos que los Templarios estuvieron por estas tierras, entonces: ¿Podemos pensar en un mensaje dejado por el Temple o por los maestros constructores solo reconocible para el iniciado que sabe ver?
El pequeño Búho
El Búho es un animal al que se le ha dotado de simbolismo desde la más remota antigüedad. Para los aborígenes australianos representaba el alma de las mujeres. Para muchas culturas de nativos americanos estaba relacionado con el conocimiento sagrado. Para los celtas era el guardián de la noche cuya misión era velar por las almas de los difuntos acompañándolas en su viaje al más allá.
En la cultura griega, el búho era el animal que acompañaba a Palas Atenea, diosa de la justicia y de la sabiduría. También se convirtió en el símbolo de Hécate, diosa de la magia y los hechizos, la que es capaz de ver en todas partes.
Para muchas culturas europeas, el búho simboliza la sabiduría, la inteligencia, el misterio y el misticismo. Así también, es símbolo de la mala suerte, la oscuridad espiritual, la muerte, la oscuridad y la brujería. En la Edad Media, se pensaba que se trataba de brujas y hechiceros disfrazados. Por esta razón, en muchos pueblos se le atribuye un poder de augurio negativo, ya que escuchar su ulular significa la advertencia de que algo malo va a suceder.
En la francmasonería, también tenía un significado. Era recreado como imagen de la prudencia, por ser un animal nocturno, se lo relaciona con los trabajos masónicos que inician a media noche. En una de las columnas de las Ruinas de Santo Domingo, podemos ver labrado un pequeño búho. Al haber fungido también como lugar de enterramiento, quizá su simbolismo era como protector de las almas de los muertos. O tal vez, los antiguos constructores nos dejaron un mensaje que solo pueden ver aquellos iniciados. Esperemos que algún día podamos desvelar los misterios que guardan estas maravillosas ruinas, mientras tanto, seguirán provocando admiración en propios y extraños por su majestuosidad y belleza.