Borley: una rectoría embrujada
El día 10 de julio de 1929 el prestigioso diario británico Daily Mirror presentaba en portada una inquietante exclusiva. En ella relataba que en una vieja rectoría ubicada en el sur de Inglaterra estaban sucediendo fenómenos de difícil explicación. Episodios que mantenían en tensión tanto a los trabajadores y encargados como a los alumnos que allí se hospedaban. En la crónica realizada por el periodista V. C. Wall podía leerse que varios testigos afirmaban haber visto: “figuras fantasmales de cocheros decapitados, una monja, una carroza tirada por dos caballos que aparecía y desaparecía misteriosamente, pisadas en habitaciones que estaban vacías (…)”.
La noticia corrió como la pólvora por todo el país, lo que provocó que el editor del rotativo se pusiera en contacto con el parapsicólogo Harry Price. Por aquella época este hombre era considerado una eminencia en el campo de la investigación de sucesos paranormales y actualmente como el primer caza-fantasmas de la historia. También era uno de los miembros más ilustres de la Society for Psychical Research y fundador de la National Library of Psychical Research.
La turbia historia de la Rectoría Borley
Price acudió a la Rectoría y comenzó a recabar información acerca de aquel edificio de ladrillo de dos plantas y veintitrés habitaciones de estilo victoriano. Encontró que en aquel sitio se había desarrollado una historia tan turbulenta que podría haber sido la génesis de los acontecimientos que allí se vivían.
Cuentan las viejas crónicas que en el lugar en el que se levantaba la rectoría había existido, a comienzos del siglo XIII, un convento. Presuntamente, en el interior de aquel recinto, los religiosos se entregaban más a los placeres mundanos que a la vida en oración. Uno de los monjes que allí vivía se enamoró perdidamente de una monja del claustro de Bures que distaba aproximadamente quince kilómetros del convento. Al parecer, ella correspondía este amor.
En aquella época, una relación entre religiosos se consideraba un pecado gravísimo y la pareja era consciente de ello y sabían que podrían enfrentar un terrible castigo. Por esta razón, decidieron emprender la huída para poder disfrutar de su amor en algún lugar remoto. Pero quiso el destino que las cosas no salieran bien y los amantes fuesen descubiertos y apresados.
La sentencia fue horrible, presuntamente él fue decapitado y ella emparedada entre los muros del convento. A partir de este desgraciado episodio, comenzaron a surgir testimonios que relataban la aparición de figuras espectrales vestidas con hábitos que se manifestaban por las noches.
Fenómenos paranormales en la rectoría Borley
En el año 1863, el clérigo Henry Bull adquirió aquel viejo edificio que ya estaba en ruinas con el objetivo de reformarlo. Una vez terminadas las obras de reforma, se instaló con su familia allí, convirtiéndose así en sus primeros inquilinos. Al principio todo marchaba bien, pero con el tiempo comenzaron a manifestarse extraños fenómenos que llegaron a convertirse en una constante.
Desde 1863 hasta 1927 la familia Bull vivió en la rectoría Borley y durante estos 64 años se produjeron una infinidad de sucesos inexplicables. Ellos eran reacios a contar lo que ocurría en el interior de la vivienda por miedo a que la opinión pública pudiese juzgarlos de hechicería o maldición. Aún así, algunos vecinos de las localidades colindantes también fueron testigos de aquellos fenómenos y lo corroboraron.
Al marcharse el último de los Bull, le sucedió en el cargo el clérigo Eric Smith quien se instaló con su familia en la vivienda. Tras dos años de habitar el lugar, el hombre no pudo con el horror que conllevaban los episodios paranormales. Francisco Contreras en su libro Casas encantadas menciona que “los fenómenos que se producían eran muy variados: el inexplicable tintineo de las campanillas y los timbres, la visión de una figura luminosa ataviada con vestimenta de monja por el jardín; el característico movimiento de objetos, sonidos de pasos en el interior de las habitaciones, las llaves de las puertas saltaban de las cerraduras; volaban piedras desde el tejado e incluso se pudieron escuchar gritos desgarradores y el paso de carruajes inexistentes por los alrededores del lugar”.
Harry Price en busca del misterio
Fue Smith quien contactó con el Daily Mirror y el editor del rotativo se puso en contacto con Harry Price que acudió presto al llamado. Tres días después de la visita y tras corroborar la veracidad de los fenómenos paranormales, el investigador decidió llevar a cabo una sesión espiritista. En la sesión participaron Smith y su esposa, una médium y el mismo Price. El resultado fue desconcertante, ya que presuntamente lograron contactar con el espíritu del difunto Henry Bull quien les relató el turbio pasado del lugar.
Una semana después de la sesión de espiritismo, el matrimonio Smith abandonaba la rectoría Borley definitivamente. Esto se debió a que después de llevar a cabo el experimento la fenomenología se incrementó en cuanto a violencia y agresividad. Tras la partida de la pareja, Harry Price ya no pudo continuar con su investigación.
Un año después, llegó a la rectoría Borley el clérigo Lyonel Foyster, primo del fallecido reverendo Bull, junto con su esposa Marianne. Durante los primeros meses, igual que en las anteriores ocasiones, la vida transcurrió tranquila. Pero tiempo después, los fenómenos paranormales volvieron a manifestarse. Timbres y campanillas volvían a sonar solos, se escuchaban sonidos que emulaban el arrastrar de cadenas y se materializaban relojes y cadenas.
Pero lo más inquietante fueron unos extraños mensajes que comenzaron a aparecer en las paredes. En estas misivas que pedían ayuda, se podían leer frases como: “Por favor, ayuda… Marianne” o “No puedo entender, dime más”.
Estos fenómenos provocaron que los Foyster se pusieran en contacto con Price quien acudió al llamado acompañado por dos de sus empleados y un equipo de investigación. Este equipo estaba compuesto por: cámaras fotográficas, cintas métricas, polvo para impresión de huellas, una cámara cinematográfica de 16 mm, filtros luminosos y acústicos, varios instrumentos de medición térmica, etc.
Se cumple la profecía
Durante la investigación los mensajes comenzaron a aparecer con mayor intensidad y estos parecían ser crípticos y algunos encerraban algún tipo de información especial. Pero, uno de ellos resultaba especialmente sobrecogedor y profético, este decía: “Esta casa será pasto de las llamas”.
Los fenómenos paranormales de la casa asediaban particularmente a Marianne que comenzó a sufrir diversas alteraciones. La situación se volvió tan insoportable que el matrimonio decidió abandonar la rectoría Borley en 1935. Pese a que el recinto quedó abandonado, Price decidió alquilarlo y continuar con su investigación desde el 19 de mayo de 1937 hasta finales de 1938. Para las pesquisas surgió la necesidad de contar con voluntarios y para ello el investigador puso un anuncio en el diario The Times que decía: “Se buscan personas responsables, inteligentes, intrépidas, críticas e imparciales para realizar turnos de observaciones en una casa. Si no saben nada de investigación psíquica, mejor”.
El anuncio tuvo éxito y se consiguió reclutar a 48 voluntarios que permanecieron en la rectoría por espacio de año y medio. Durante todo este tiempo, todos ellos fueron testigos de diversos fenómenos paranormales. Una vez terminó el experimento, se mudó a la rectoría Borley el capitán W. H. Gregson, quien sería su nuevo propietario, por poco tiempo. El 27 de febrero de 1939 cuando este hombre estaba en la biblioteca, de forma inexplicable una vieja lámpara de aceite cayó al suelo provocando un terrible incendio que consumió la mansión. Todo parecía indicar que aquella siniestra profecía se había cumplido.
Continúa el misterio en los restos de la rectoría Borley
Tras el incendio, la rectoría Borley quedó prácticamente destruida. Durante la demolición de lo que quedaba en pie del recinto, varios obreros afirmaron haber presenciado situaciones de difícil explicación entre los escombros. Conforme avanzaban las obras, los trabajadores encontraron entre las ruinas restos óseos humanos, ¿serían quizás los huesos de aquella monja que presuntamente fue emparedada? Hasta la fecha no se sabe a quién correspondía aquella osamenta.
Durante los trabajos de demolición del edificio los obreros que fueron testigos de lo paranormal volvieron a poner en boca de todos la vieja rectoría. Algunos periodistas se distintos diarios se trasladaron al lugar para tratar de obtener alguna buena historia y uno de ellos lo consiguió. Fue precisamente un reportero del rotativo Life quien obtuvo una impresionante fotografía. En la imagen puede verse lo que presuntamente es un ladrillo flotando en el aire entre los escombros.
Tras el hallazgo de la osamenta y haberle dado la correspondiente cristiana sepultura, Price cerró definitivamente el caso de la rectoría Borley. Los resultados de sus amplias investigaciones los plasmó en dos libros. El primero lleva por título The Most Haunted House in England (La casa más encantada de Inglaterra) publicado en 1940. El segundo se titula The End of Borley Rectory (El fin de la rectoría Borley) y se editó en 1945, tres años después de morir Price.
Los fenómenos de la rectoría Borley en entredicho
Pasaron unos años y aquellos macabros episodios parecieron haber quedado en el olvido de la opinión pública. Sin embargo, en 1956, Charles Hope y Henry Douglas, miembros de la Society for Psychical Research solicitaron la revisión de los trabajos de Price. Tras cinco años de estudios, estos investigadores publicaron sus conclusiones en un trabajo titulado The Haunting of Borley Rectory (El encantamiento de la rectoría Borley). En este estudio que vio la luz en 1956, los revisores exponían que los fenómenos habían sido un fraude pertrechado por Price.
Esta tesis fue desmentida gracias a un estudio realizado por Peter Underwood y el doctor Tabori. Su investigación se publicó con el titulo The ghosts of Borley: Annals of the Haunted Rectory (Los fantasmas de Borley: Anales de la rectoría encantada). Esta revisión llevada a cabo en 1973 concluía que todo lo que Price reportó era verídico. Un año después, en 1974, un equipo del Grupo de investigaciones parapsicológicas de Enfield retomó la investigación. El comité, formado por Ronald S. Rusell y los ingenieros Frank Parry y John Fay también reafirmó las aseveraciones de Price. Ellos realizaron sus pesquisas en la iglesia colindante a la antigua rectoría y llegaron a la conclusión de que en Borley los fenómenos seguían produciéndose. En su informe explicaban:
“Hemos grabado cientos de ruidos extraordinarios, pisadas, golpes y demás. En una ocasión localizamos un centro de perturbación cerca del sepulcro Waldegrave; era tangible, como un torbellino de energía. Cuando se pasaba la mano por él, se sentía una especie de cosquilleo, como el que produce la electricidad estática. En otra ocasión llegamos a escuchar un profundo gruñido (…)”
Todo parece indicar que quizás Price tenía razón cuando afirmaba que “La rectoría Borley es y será el lugar más encantado de Inglaterra”.