La Dama Azul
Sor María Jesús de Ágreda, cuyo nombre secular era María Coronel y Arana, fue una monja de clausura que tuvo fama de santidad en el siglo XVII. Hacia 1623, se la conoció con el sobrenombre de La Dama Azul tras viajar en más de 500 ocasiones a Arizona, Texas y Nuevo México. Varios documentos de la época afirman que la religiosa evangelizó a los nativos norteamericanos sin salir de su claustro. Esto fue gracias a que poseía el don de la bilocación, que es la capacidad de estar en dos o más lugares a la vez.
Sor María falleció el domingo de Pentecostés de 1665. Su cuerpo se encuentra incorrupto y reposa en una urna de cristal que está junto al altar mayor del Monasterio de la Concepción de Ágreda.
Encuentro con Felipe IV
A partir de 1640, el reinado de Felipe IV atravesó momentos difíciles como fueron la sublevación de Cataluña y Aragón y la guerra contra Francia. Estos acontecimientos llevaron al rey a apegarse a cuestiones místicas y a depositar toda su confianza en la Dama Azul.
En julio de 1643 el rey se dirigía con sus tropas hacia Cataluña para sofocar el levantamiento. Conocedor de la fama de Sor María, decide parar en Ágreda para conocerla. A partir de ese momento, el monarca y la religiosa comienzan una correspondencia que se prolongaría durante los siguientes 22 años, intercambiando 618 cartas.
Sor María además de poseer el don de la bilocación también poseía el de la videncia. Predijo la victoria del rey ante la sublevación de Cataluña, la toma de Lérida en marzo de 1644 y la conquista de Barcelona. También fueron acertadas las predicciones acerca del sitio de Tortosa y la toma de Balaguer durante la guerra contra Francia. Estos aciertos lograron que el rey depositara toda su confianza en Sor María para consultarla acerca de asuntos sobrenaturales.
Una reina en el Purgatorio
El jueves 6 de octubre de 1644 falleció la reina Isabel de Borbón, esposa de Felipe IV. El día 8 de octubre, Sor María, en una de sus bilocaciones, viajó al purgatorio, donde vio a la reina. Conocía el lugar porque, en otras ocasiones había ido. El motivo había sido el de consolar a Sor Atilana de la Madre de Dios, hermana de su congregación y a algunos vecinos de Ágreda.
El 9 de octubre, la religiosa recibe una carta en la que se le informa que la reina estaba recuperándose favorablemente. Sor María pensó que había sido víctima de un engaño del demonio. Pero la realidad fue que el correo había sufrido un retraso y una semana después llegó la noticia de la muerte.
El 19 de octubre, Sor María viajó de nuevo al purgatorio, donde volvió a ver a la reina. La religiosa afirmó: “se me apareció vestida con las galas y guardainfantes que traen las damas. Pero todo era de una llama de fuego”. En esta visita, la reina le dijo a la monja “y dirás al rey cuando le vieres, que procure con toda su potestad impedir el uso de estos trajes tan profanos que en el mundo se usan. Porque Dios está muy ofendido e indignado por ellos y son causa de condenación de muchas almas”.
La reina y la monja tenían una obsesión por mantener la decencia en el modo de vestir. El rey, conmocionado por el relato de la religiosa, le pidió que lo mantuviera informado sobre la estancia de la reina en el purgatorio. El 2 de noviembre de 1645, Sor María vio dos ángeles que iban a sacar a la reina de ese lugar para llevarla ante Dios.
Un príncipe en el Purgatorio
En el otoño de 1646, la correspondencia entre el monarca y la religiosa se intensificó, llegando a ser de dos y tres cartas por semana. Meses antes, el 19 de abril, el rey visitó por segunda vez a la religiosa cuando se dirigía hacia Pamplona. Allí, Baltasar Carlos, el hijo del monarca debía jurar lealtad a las Cotes de Navarra. En ese momento, el príncipe contaba con 16 años. Tras contraer unas fiebres en Pamplona, el heredero del rey muere en Zaragoza el 9 de octubre de 1646.
Poco después, el abatido rey visita por tercera y última vez a la religiosa para preguntarle acerca del paradero del alma de su hijo. La religiosa había visto en aquella pérdida un castigo al monarca por sus pecados. Sor María prometió a Felipe que intentaría regresar al purgatorio y buscar al príncipe.
En enero de 1647, la monja envía un informe al rey en el que le relata que en varias ocasiones pudo hablar con el príncipe. En el texto decía: “Se me apareció el alma de Su Alteza en la forma humana que tenía, pero con las penas del purgatorio que padecía”. En el informe la religiosa expresó un mensaje que el príncipe enviaba a su padre: “Manifestarás a mi padre el peligro en que vive. Porque está rodeado de tantos engaños, falsedades, mentiras y tinieblas de los más allegados y de otros que le sirven en diferentes ministerios”.
Tras superar el trance de la muerte de su hijo, el rey tuvo un nuevo heredero que fue Carlos II, que pasó a la historia con el sobrenombre de “el hechizado”.
La Dama Azul evangeliza en Norteamérica
Entre 1620 y 1623, Sor María, gracias a sus bilocaciones viajó a Norteamérica en muchas ocasiones. En 1629, los líderes de las tribus nativas de Nuevo México, Arizona y Texas relataron haber visto a una mujer cubierta por un manto azul celeste. Gracias a esas visitas, los evangelizadores bautizaron a más de ochenta mil nativos en un tiempo récord.
Cuando Sor María fue identificada como la responsable de aquel prodigio, fue interrogada por la Santa Inquisición primero en 1635 y después en 1650. En las actas de los interrogatorios, la religiosa dio todo lujo de detalles acerca de esas tierras.
Sor María reconoció ante el tribunal del Santo Oficio que la interrogó, que había dejado en América algunos objetos que se llevó de su monasterio. La religiosa afirma “en una ocasión di a aquellos indios rosarios; yo los tenía conmigo y se los repartí, y los rosarios no los vi más”. De los objetos que repartió, no se sabe nada. Tal vez desaparecieron en la revuelta de 1680 que los nativos hicieron contra los españoles y que arrasó con todo lo que los misioneros habían llevado a América.
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