La tradición cristiana nos habla del infierno como un lugar terrible de penitencia donde aquellos que se han condenado han de pasar la eternidad. Un lugar repleto de tormentos y sufrimientos incesantes, que no se sabe dónde está y donde los perversos reciben el castigo por sus actos. Conocemos algunos detalles de este sitio gracias a las experiencias sobrenaturales que han tenido algunos místicos. Sin embargo, algunas personas han tenido la desgracia de experimentar en vida y aquí en la tierra lo que podría considerarse como un auténtico infierno. Tal es el caso de la joven japonesa Junko Furuta, un caso que, cuando salió a la luz, conmocionó al mundo entero.
Advertencia: El siguiente artículo no es apto para menores ni para personas susceptibles o fácilmente impresionables. Si usted pertenece a alguno de estos grupos de personas, absténgase de leer este trabajo, debido a la dureza de los hechos que van a ser expuestos.
Junko Furuta, una chica con un sueño
La joven Junko Furuta nació en Misato, prefectura de Saitama, en Honshu, Japón, el 19 de enero de 1971. Ella vivía en una linda casa con sus padres, su hermano mayor y su hermano menor y asistía a la escuela secundaria Yashio Minami. La adolescente de 17 años había obtenido en 1988 un trabajo a tiempo parcial en horario extra escolar en una fábrica de moldes de plástico. El objetivo de esta soñadora jovencita era reunir el suficiente dinero para poder costearse ese viaje de graduación que tanta ilusión le hacía.
Sus compañeros de clase la describían como una chica responsable, que sacaba notas altas y no se ausentaba de clase. Sus profesores destacaban que la joven tenía una mente brillante y era muy aplicada en sus estudios. Por la manera en la que hablaban de ella, es fácil deducir que la joven era muy apreciada en el colegio. En casa era una buena hija y una buena hermana, siempre solícita a cooperar y respetuosa de las reglas del hogar. Los que la conocieron la recordaban con cariño y destacaban en ella su humildad y dulzura, como una muchacha cariñosa con sus semejantes.
Una terrible noche
Hiroshi Miyano deambulaba por las calles de Misato en compañía de su colega Nobuharo Minato el día 25 de noviembre de 1988. Iban en busca de mujeres de la localidad con la intención de violarlas y robarles. En ese momento vieron pasar cerca de ellos a Junko en su bicicleta que iba de regreso a casa tras terminar su jornada laboral. Nobuharo, siguiendo las órdenes de Hiroshi, patea a la joven y la tira de la bici. Este último, fingiendo que andaba por allí casualmente se acerca a ella, la ayuda a levantarse y le ofrece acompañarla hasta su casa.
La joven acepta el ofrecimiento de Miyano, ya que era un compañero del colegio y eso le brindaba confianza. ¡Pobre desgraciada que ignoraba que este tipo no tenía intenciones de salvaguardarla, sino de llevarla a un cercano almacén abandonado! La trampa se había cerrado y el miserable introdujo a Junko en aquel lugar. La muchacha no pudo resistirse ya que este individuo la amenazaba alardeando de sus conexiones con la famosa mafia de los Yakuza.
Tras haberla violado en el almacén, la lleva a un hotel cercano donde vuelve a hacerlo. Desde ese lugar, llamó por teléfono a Minato y a otros dos colegas: Jö Ogura y Yasushi Watanabe. Después de que los cuatro la hubieron ultrajado, Ogura solicita a Miyano mantenerla en cautiverio para seguir abusando de ella y ofrecerla a otros hombres.
La entrada al infierno
Ya era tarde y estos cuatro individuos llevaron a la muchacha a un parque en las cercanías. Como habían visto los documentos que llevaba en su mochila, la amenazaron. Le dijeron que sabían donde vivía y que si intentaba algo, los miembros de la Yakuza se encargarían de asesinar a su familia. Los sujetos la llevaron a una casa propiedad de los padres de Minato que se había convertido en un lugar de reunión de pandilleros.
El 27 de noviembre, los padres de Junko Furuta, preocupados, dan parte a la policía de la desaparición de su hija. Al enterarse los secuestradores, obligaron a la joven a llamar a su madre para decirle que había huido de casa y que estaba alojada con un amigo. También la forzaron a decirle que se encontraba bien y a solicitarle que detuviese la investigación policial. Por desgracia, su madre le creyó y retiró la denuncia.
Cuando los padres de Minato se presentaron en la vivienda, la muchacha fue obligada a fingir que era la novia de uno de sus secuestradores. Cuando estos desalmados se dieron cuenta de que la familia Minato no les denunciaría a la policía, dejaron de intentar mantener la farsa.
La pobre Junko Furuta estaba aterrorizada, no sabía que iba a ocurrir con ella. También ignoraba la pobre desgraciada que a partir de ese día iba a vivir un auténtico infierno. Alrededor de cuarenta y cuatro días duró su cautiverio, días en los que vivió horrores indescriptibles.
El descenso al infierno
El horror que Junko Furuta habría de vivir en el interior de esta vivienda durante los días que duró su cautiverio es indescriptible. Sus secuestradores, no conformes con violarla y torturarla constantemente, invitaban a otros malvivientes para que hicieran lo mismo. Gracias a las posteriores declaraciones de estos delincuentes y a la autopsia realizada, pudo saberse que alrededor de cien hombres participaron en el martirio.
Estos sujetos confesaron haber martirizado a la joven de diversas maneras. Afirmaron haber introducido objetos como botellas o barras de metal en su ano y vagina. Hubo ocasiones en las que introducían artilugios pirotécnicos en su recto y los encendían. También la forzaban a masturbarse en frente de ellos o a cantar y bailar mientras la golpeaban brutalmente. La hacían beber su propia orina y comer cucarachas y otras cosas repugnantes. En una ocasión, valiéndose de unos alicates, le extirparon un pezón y con frecuencia le perforaban los pechos con agujas de coser. Las quemaduras con cigarrillos eran habituales, como también lo era arrojar objetos pesados sobre su abdomen.
Las torturas eran tan brutales y frecuentes, que en repetidas ocasiones Junko Furuta caía inconsciente. Cuando esto ocurría, estos miserables le introducían la cabeza en un balde de agua fría para que recuperase el sentido y así continuar maltratándola. Según declaró uno de estos tipos, su estado era tan grave que le llevaba más de una hora arrastrarse escaleras abajo para ir al baño.
Confesaron también, que varias noches la habían dejado durmiendo en el balcón, sufriendo las inclemencias del duro invierno japonés. Otras veces, la mantuvieron durante horas en el interior de un congelador. Era tanto lo que disfrutaban con el sadismo que ejercían sobre la pobre, que a esta nada le valió suplicarles que la matasen.
Dos episodios con la policía
Estos miserables invitaban a sus amigos para que abusaran y torturaran a la pobre joven. En una ocasión, acudió a la casa un tipo llamado Koichi Yiara, quien en posteriores declaraciones afirmó haber sido forzado por los otros a violar a Junko. Afirmó que, una vez que terminó de perpetrar la infamia, fue corriendo a su casa y horrorizado confesó lo que hizo a su hermano. Tras escuchar la confesión, el hermano de Yiara relató a sus padres lo que había ocurrido y estos inmediatamente dieron parte a las autoridades.
Pocas horas después, dos agentes se personaron en la casa de Minato, que los recibió fingiendo no saber de qué le hablaban. Incluso, les invitó a entrar y confirmar por ellos mismos que en esa vivienda no había ninguna joven secuestrada. Los oficiales le creyeron y se marcharon sin llevar a cabo ningún registro. De haber hecho bien su trabajo, quizás Junko hoy estaría viva y su calvario hubiese durado dieciséis días.
Pocos días después, Junko Furuta se las ingenió para desplazarse hasta el teléfono de la casa y marcar el número de la policía. Por desgracia, Minato la descubrió antes de que ella pudiese articular una sola palabra y colgó. Minutos después, las autoridades devolvían la llamada, pero el criminal dijo haber marcado por error.
Como castigo por este atrevimiento, los secuestradores, llenos de ira rociaron a la joven con líquido para recargar mecheros y le prendieron fuego. No conformes con haberle ocasionado graves quemaduras, introdujeron en su ano una botella de cristal que le ocasionó un sangrado severo. Mientras la torturaban con el recipiente, la joven comenzó a convulsionarse, como ellos creyeron que fingía, volvieron a quemarla. La pobre desgraciada sobrevivió a estos episodios y sus maltratadores continuaron martirizándola y violándola.
Mahjong
En las posteriores declaraciones, uno de estos criminales confesó que debido a la gravedad de las torturas la joven perdió el control de los esfínteres. Esto ocasionó que manchase la alfombra de la estancia donde la retenían, lo que provocó la ira de sus secuestradores. También llegó el momento en que la muchacha ya no podía comer ni beber, todo lo que ingería lo vomitaba. La brutalidad ejercida sobre ella cambió drásticamente su apariencia y su rostro resultaba irreconocible. Su cuerpo emitía un olor a putrefacción debido al pus que supuraban las múltiples heridas.
El deplorable estado en el que estas bestias infernales dejaron a Junko Furuta, les provocó que perdieran el interés en ella. Los sujetos, con ganas de seguir haciendo daño, fueron en busca de otra víctima y la encontraron. Estos tipos violaron a una joven de 19 años que se dirigía hacia su casa, pero a esta chica, la dejaron marchar tras haberla violentado.
El 4 de enero de 1989 Miyano que se encontraba aburrido retó a Junko a una partida de Mahjong, que la chica, pese a su lamentable estado, ganó. Furioso por su derrota y ayudado por sus colegas le propina una brutal paliza. Como la pobre sangraba profusamente, estos tipos se cubrieron las manos con bolsas de plástico para golpearla. Pusieron sobre sus párpados dos velas encendidas y volvieron a prenderle fuego. Tras dos horas de martirio, Junko Furuta exhala su último suspiro.
La captura
Estos sujetos, creyendo que había caído inconsciente tras la paliza se marchan a hacer otras cosas. Horas después, el hermano de Minato les avisa que Junko Furuta había fallecido. Temiendo ser inculpados por asesinato deciden deshacerse del cadáver, así que lo envuelven en unas mantas y lo introducen en una bolsa de viaje.
Posteriormente, meten el cuerpo de la joven en un bidón metálico y lo rellenan con cemento. Una vez terminada esta operación lo dejan en un vertedero de Tokio donde la gente solía tirar basura y electrodomésticos inservibles.
El 23 de enero de 1989, Miyano y Ogura fueron detenidos por la policía bajo el cargo de violación grupal. La joven de 19 años que habían violado días atrás había sido quien había interpuesto la denuncia gracias a la cual pudieron capturarlos. Las autoridades realizaron registros en sus domicilios y encontraron ropa interior femenina. El hallazgo motivó a que los interrogatorios tomaran otro giro.
Miyano, creyendo que Ogura había confesado el crimen de Junko Furuta, también confesó e informó a los agentes de la localización exacta del bidón. Los oficiales estaban perplejos, no se esperaban esta impactante declaración de Miyano. Ellos estaban tras la pista de una mujer que había aparecido asesinada junto a su hijo de 9 años, días antes del secuestro de la joven. Las declaraciones de estos sujetos también llevaron a la captura de Watanabe y de Minato y su hermano.
La autopsia
Tras las declaraciones de Miyano, la policía se desplaza inmediatamente al lugar indicado por el criminal. Rápidamente localizaron el bidón y con mucho cuidado sacaron el cadáver. El cuerpo de Junko Furuta fue llevado al Servicio Forense. Los profesionales encargados de realizar la autopsia a la joven no podían creer lo que tenían ante sus ojos. Resultaba realmente desgarrador ver tan cerca las huellas de la maldad más terrible.
El cadáver estaba en tan mal estado que la única manera que hubo de identificarlo fue a través de sus huellas digitales. En el correspondiente informe, el forense describió todo tipo de lesiones tanto externas como internas. Los moratones, quemaduras y cortes eran muchísimos. Gracias a la autopsia pudo saberse que alrededor de cien hombres diferentes habían mantenido contacto sexual con la muchacha. Entre ellos había restos del ADN del mencionado Koichi Yihara y de un individuo de nombre Tetsuo Nakamura, ambos fueron apresados acusados de violación.
En el recto de la joven se encontró alojada una botella de Oronamin C (bebida energética japonesa). En el informe también quedó reflejado que la joven estaba embarazada, pese a tener severos daños en el útero. Las atrocidades que estos hijos de Satanás habían perpetrado contra Junko Furuta eran incontables e indescriptibles.
El juicio
Los criminales fueron llevados a juicio y pese a la maldad y brutalidad del caso, la Corte Penal ordenó ocultar la identidad de los agresores. La excusa era que los criminales eran menores de edad. Sin embargo, los valientes editores y reporteros de la revista Yukan Bushun publicaron los nombres de los secuestradores. El argumento que esgrimieron fue que debido a la gravedad de los hechos estas bestias no merecían que se respetase su derecho al anonimato.
Los criminales se declararon culpables de cometer lesiones corporales que terminaron en el fallecimiento de la joven. Jamás se inculparon de haberla asesinado esto con el fin de aminorar la sentencia. Los horrores que se relataron en ese juicio provocaron que uno de los espectadores, sobrecogido, cayese desmayado de la impresión. Algunos testimonios afirman que la madre de la joven sufrió un colapso mental que la llevó a necesitar de tratamiento psiquiátrico.
Las sentencias
Hiroshi Miyano, 18 años en el momento del juicio y presunto líder del grupo. Sentenciado a 17 años de prisión. Trató de apelar la sentencia pero el juez superior de Tokio, incrementó tres años a la condena. Según algunos informes su madre, tras vender su casa, indemnizó a los Furuta con 50 millones de yenes (aproximadamente 450 mil dólares en aquella época). En 2004, el criminal solicitó libertad provisional pero le fue negada y tuvo que cumplir su sentencia íntegramente.
Nobuharo Minato, contaba con 16 años en el momento del crimen. Fue sentenciado a pasar en prisión de 4 a 6 años. Tras haber apelado la sentencia está fue revisada y se impuso una nueva de 5 a 9 años. Sus padres y hermano no fueron procesados pese a haber declarado que eran conscientes de lo que ocurría. Su argumento fue que no denunciaron por el miedo que tenían a su hijo y sus conexiones con la Yakuza. Los padres de Junko, consternados por la sentencia, interpusieron una denuncia contra los padres del criminal y ganaron.
Yasushi Watanabe que contaba con 17 años cuando ocurrieron los hechos, fue condenado de 3 a 4 años de prisión. Tras revisar la sentencia, esta fue incrementada de 5 a 7 años.
Jö Ogura, que en el momento del asesinato contaba con 17 años fue condenado a pasar en una prisión juvenil ocho años. Según algunos testimonios, la madre de este sujeto presuntamente había destrozado la tumba de Junko Furuta. Según los testimonios esta mujer estaba convencida de que la joven había arruinado la vida de su hijo.
Los policías que aquella fatídica noche no entraron a revisar la casa de los Minato fueron despedidos de su cargo. De no haber sido tan negligentes en su trabajo, la historia hubiera sido de otra manera.
Tiempo después
Miyano terminó de cumplir su sentencia en prisión y fue liberado. En 2013 la policía volvió a capturarlo acusándolo de fraude. No pudieron condenarlo por falta de evidencia que le incriminase. En el 2018 Minato fue apresado por la policía por haber golpeado con una varilla de metal a un hombre de 32 años. Además había tratado de asesinarlo utilizando un cuchillo para cortarle la garganta.
Ogura, tras haber sido liberado, según algunos testimonios iba por el mundo jactándose de lo que había hecho a Junko Furuta. En 2004 la policía lo capturó acusándolo de las agresiones hacia un hombre llamado Takatoshi Isono. Presuntamente, el criminal llevó a este hombre al bar de su madre donde le propinó una brutal paliza mientras le amenazaba con asesinarlo. El motivo, según los testimonios, fue que este individuo presuntamente había intentado liarse con la novia del delincuente.
Recientemente usuarios de la red social Twitter descubrieron a uno de los cuatro perpetradores del crimen. Presuntamente el sujeto se ocultaba bajo una identidad falsa y aparentaba ser alguien muy diferente. El suceso rápidamente se hizo viral y muchos usuarios de la red social le hicieron saber lo que opinaban de él. Todo parece indicar que la sociedad nipona no está por la labor de olvidar y que el suceso les sigue consternando.
Este terrible caso fue llevado a la pantalla grande y al mundo de la literatura y del manga. También ha sido retratado en innumerables documentales. Incluso la banda de metal The Gazette, rinde un homenaje a la joven con su canción Taion. Otro importante tributo fue hecho por el grupo de música alternativa Mr. Kitty en su canción 44 days.
Notas finales
Llego al final de este artículo con lágrimas en los ojos y un nudo en el estómago y en la garganta. Fue muy duro y sobrecogedor el trabajo de investigación y redacción de este texto. He procurado ser totalmente fiel a los hechos y exponerlos con todo el respeto que Junko Furuta merece.
Mi fe me mueve a creer que esta dulce niña se encuentra en un lugar mejor, que es feliz y goza de todo el amor de Dios. Deseo de corazón que sus familiares hayan podido encontrar un poco de consuelo y resignación ante unos hechos tan atroces. Aunque también soy consciente de que este macabro episodio les habrá podido dejar marcados de por vida.
Pienso que es importante que este aberrante crimen sea conocido y no caiga en el olvido para que nadie más vuelva a pasar por un horror semejante. Sí, queridos lectores, los monstruos existen y se encuentran entre nosotros y debemos protegernos y proteger a los que amamos. Solamente manteniendo vivo el recuerdo de la atrocidad y tratando de concienciar, podremos aspirar que algún día, dejemos de relatar historias de ángeles sin paraíso. Descansa en paz dulce niña, tu recuerdo sigue vivo en los corazones de millones de personas que nunca olvidarán ni perdonarán el daño que te hicieron.